jueves, 10 de julio de 2008

Manuscrito 14

miércoles, 9 de julio de 2008

El Derecho de Propiedad Incaico



El Derecho de Propiedad Incaico
(Isabel Cabeza G.)

El sistema de tenencia de la tierra y del ganado del Imperio Inca era un rasgo distintivo de éste; muchos han sido los calificativos que se le han dado: socialista, esclavista, totalitario, basado en la reciprocidad, etc. Sin embargo -propiciando intereses ideológicos o pragmáticos- , en pocas oportunidades se ha tratado entender a esta sociedad en sus propios términos, esto ha acarreado una no despreciable desfiguración de su realidad[1].
En términos generales, se encontraban en el Perú bienes de apropiación individual (como casas, árboles de plantación, cercado, etc.) y bienes de apropiación colectiva, es decir, propiedad del ayllu. Estos bienes podían ser explotados tanto en común como por cada familia. Había también bienes comunes a todos los habitantes como la sal, pescados, frutas de árboles salvajes, el algodón, el cáñamo, etc.[2]
Estos bienes de todos los naturales, eran decretados por el Inca, para que nadie las aplicara para sí, sino que todos las cogiesen cuando fuera necesario.
Valcárcel habla de la economía de la abundancia, producto de una extensión creciente de las tierras de cultivo y una productividad más alta. “Cada grupo social no sólo producía lo necesario sino mucho más, lo cual había de permitirle un superávit que el Estado toma a su cargo para aplicarlo en provecho de la sociedad en su conjunto y de cada uno de sus componentes”[3]. Atendiendo a esta doble aplicación de los productos la tierra fue dividida en tres partes: una para el sol, cuyos productos se destinaban al culto (sacerdocio, ofrendas, etc.), conservación de templos y a los graneros para casos de emergencia, otra para el Inca o el Estado, destinada a la subsistencia de los soldados, funcionarios, graneros y para sostener el lujo real, y la otra para los naturales o el pueblo, cuyo objetivo era abastecer a las familias y se cultivaba con trabajo necesario. Las tierras del Sol y las del Inca o Estado eran cultivadas con trabajo suplementario[4].
El orden con el que se trabajaban las tierras era el siguiente: primero se atendía a las tierras eclesiásticas o del Sol, luego las tierras de los ancianos, enfermos, soldados, viudas e incapacitados por cualquier motivo, posterior a eso se dejaba a los campesinos cultivar las tierras que les habían sido asignadas y finalmente se trabajaban las tierras del Inca.
Estas categorías no significan una selección en cuanto a calidad de la tierra misma. En relación a esto, numerosos autores son categóricos al establecer que el Inca o Estado no se aprovechaba de esta distribución reservándose para sí las mejores tierras. Para Baudin, “la primera preocupación del soberano es, en efecto, atribuir a cada comunidad un territorio suficiente para permitirle vivir”[5], así, cuando la población es escasa, las partes del Sol y del Inca serán grandes, cuando la población es abundante, estas serán pequeñas. El Inca cuidaba de asegurar una alimentación abundante a los habitantes de cada comunidad. Garcilaso por su parte señala que la división de las tres partes se hacía siempre en atención al pueblo, de modo que “tuviesen bastantemente en que sembrar, que antes les sobrase que les faltase”[6]. En el reparto de las tierras es la comunidad atendida primero, considerando su parte como el número de miembros multiplicado por la superficie necesaria para vivir de cada uno. Las tierras correspondientes al Sol y al Inca se reparten el excedente de suelo disponible. Más aún, cuando la población aumentaba, las tierras correspondientes a estas se sacaban de las del Sol o del Inca[7], también en periodos de escasez se podía recurrir a los graneros reales provenientes de las tierras del Inca.
Los límites no sólo separaban las zonas de cultivo, sino que también indicaban aquellas donde no se podía ingresar para cazar, pescar, cortar madera, buscar metales o sal o recoger pasto.[8]
En cuanto al origen de este sistema no hay certezas, “según la leyenda, Pachacuti inventó el sistema general de tenencia de tierra, aunque otros cronistas dicen que fue durante el reinado de Tupa cuando se amojonó claramente todo el país”[9].
Cuando los incas conquistaban un territorio, todas las tierras, llamas, ríos y sierras eran declaradas propiedad del estado, luego se hacía un conteo de todos los montes, minas, fuentes, lagos, ríos, árboles fructíferos, ganado, etc. Después se mandaba a cercar, se le ponían nombres y por último se repartían las tierras. Este repartimiento lo hacía el Inca para que no se le pidiese tributo ni fuesen obligados a darlo a nadie. Los territorios del Sol y del Inca eran enajenados paralelamente y a ambos era anexa la obligación de cultivarlos mediante la mita (prestaciones personales). “El derecho a conceder implica también el privilegio de quitar, de expropiar. Los incas aceptaban el derecho inmemorial de la comunidad étnica a conservar sus tierras, una vez enajenados los dominios del estado y la iglesia”[10].
Para Prescott, “si ningún hombre podía llegar a ser rico en el Perú, tampoco ninguno podía llegar a ser pobre”, es decir, ningún habitante podía gastar en grandes lujos y diversiones pero si, todos, podían disfrutar de lo necesario. Aquellos sentimientos de avaricia, ambición, descontento “no encontraban abrigo en el corazón del peruano”[11].

Las tierras de los naturales o de la comunidad

En el Imperio incaico, “la tierra no solo era identificada con la subsistencia sino también con los vínculos de parentesco”[12]. Así, un asentamiento que controlaba determinadas chacras era una llacta, traducida como aldea, que consistía en varios ayllu o grupos de parentesco. De esta forma la tierra poseída era cultivada de un ayllu en otro.
La división del terreno se hacía suponiendo que las necesidades de cada ayllu eran uniformes. Este reparto se aplicaba a los medios de producción no a los frutos.
La unidad de medida que utilizaban era el tupu. Este vocablo es de origen aymará y significa “medida”[13]. Entre los autores no existe consenso de cuanto mide un tupu, para algunos representa la extensión de tierra que puede sembrarse con un quintal de maíz, para otros la medida de una fanega española (0,64 de área) y para otros son 60 pasos de largo y 40 de ancho. Para Baudin, es necio uniformar especies de lotes en países diferentes, por esto, plantea su propia definición, “el tupu es simplemente el lote de tierra necesario al mantenimiento de un matrimonio sin hijos”[14].
Por ley, a cierta edad un hombre debía casarse. Cuando lo hacía, el pueblo donde vivía le proporcionaba una casa y una cantidad suficiente de tierra para mantenerse él y su mujer (tupu). Por cada hijo se le concedía un tupu y por cada hija, medio. Las hijas no sacaban su parte cuando se casaban por que la dote consistía en alimentos y no en terrenos. Los padres se quedaban con las tierras o se las devolvían al consejo. También por cada servidor se le concedía un tupu[15]. El derecho de acceso a los bienes de capital como la tierra era automático y se basaba en el parentesco.
Cuando los terrenos son de naturaleza variada, el tupu consiste en varios lotes separados para que cada partícipe tenga tierras de distinta calidad para cultivar[16].
No existía un derecho de propiedad propiamente tal sobre ese tupu, sino de usufructo. Cada año las tierras eran repartidas y aumentadas o disminuidas según el número de integrantes del ayllu. Hay autores que difieren en el periodo, para Murra es improbable que los traspasos hayan sido frecuentes al igual que para los autores antiguos. Sin embargo, Prescott afirma que “es probable que bajo la influencia de ese amor del orden y de ese horror al cambio que caracterizaban a las instituciones peruanas, cada nuevo reparto del suelo confirmase al ocupante su posición y el tenedor anual fuese convertido en propietario vitalicio”[17]. Producto de este usufructo, los territorios no se pueden vender, ni cambiar, ni donar.
Este reparto se realiza entre todos los jefes de familia, sean estos aptos o no, es decir, entre todos los habitantes capaces de consumir. En otras palabras, la comunidad asignaba tierras a todas las unidades domésticas, incluyendo al curaca, a los ancianos, los inválidos, los alejados por el servicio militar y los incapacitados. Estas tierras eran trabajadas por los aptos y presentes y los productos de estos territorios eran entregados al usufructuario, los hubiera trabajado o no[18]. Debido a esto, los campesinos constituían una fuerza integrada y autosuficiente que se yergue como el motor de la sociedad incaica, “Un procedimiento que hace depender el bienestar de la aldea de la generosidad estatal es contrario a la lógica básica de la organización social andina. Esto hace responsable a la comunidad aldeana o étnica de su propia subsistencia y bienestar, mediante la reciprocidad”[19].
Por otra parte, no se podía vulnerar la estructura dispuesta, en palabras de Murra, no era factible menoscabar seriamente la autosuficiencia del ayllu[20]. Cuando se cometían crímenes contra el Tahuantinsuyu, como por ejemplo el amotinamiento, la ley permite la confiscación de las tierras de los rebeldes, el castigo es la pérdida de los medios de subsistencia. También merecía serio castigo la violación de los límites impuestos por el Estado entre los diferentes tupu, es decir el intento de recuperar tierras enajenadas o el uso de aguas estatales[21].

Las tierras del Sol

Estas tierras, como ya se ha dicho, eran cultivadas por campesinos mediante trabajo suplementario. Este último, debía trabajar también las tierras del Inca, por esta razón las vinculaba estrechamente.
Una gran parte de sus tierras tenían la característica forma de terrazas, y eran mejoradas por la Iglesia. Al parecer, el culto al Sol tenía, en algunos lugares, yana o criados perpetuos consagrados a sus posesiones.
Las tierras eclesiásticas se cultivaban para cosechar maíz que sería ocupado para los sacrificios, pero también para alimentar un no despreciable número de sacerdotes, las aclla y otros religiosos.
Los depósitos de la Iglesia, en los cuales se almacenaban las cosechas de sus tierras, iban destinadas a los sacrificios. Por ejemplo, para las libaciones se necesitaban grandes cantidades de chicha y bollos de este mismo para las celebraciones del Raymi. En ocasiones especiales se quemaban tejidos y se sacrificaban llamas como ritual[22].
De acuerdo con Garcilaso, los frutos que sobraban de estos depósitos se entregadas a los más pobres, “que eran los inútiles, cojos y mancos, ciegos y tullidos y otros semejantes. Esto era después de haber cumplido muy largamente con los sacrificios que hacían, que eran muchos, y con el sustento de los sacerdotes y ministros de los templos, que eran innumerables”[23].

Las tierras del Inca
Así como las tierras del Sol, estas también eran cultivadas por campesinos y tenían tierras con forma de terrazas. Según Garcilaso, en los territorios del Estado, la parte sobrante se aplicaban a los más desposeídos, sin embargo, en este caso la generosidad era institucionalizada, por ende, obligatoria, “uno de los títulos honoríficos del Rey era el de Huaccha Cuyas, “amoroso o amigable” con los débiles”[24].
En cuanto a los depósitos, los frutos de estas tierras eran almacenados en depósitos separados de los frutos cosechados de las tierras de los eclesiásticos. Los productos almacenados servían también para alimentar a los campesinos cuando cumplían sus horarios de trabajo en las tierras del Inca.
De esta afirmación –según algunos autores- se desprende que el Estado tenía un rol de beneficencia como propósito principal, lo que ha dado pie para afirmar que el imperio de los incas fue socialista e incluso, que fue el modelo de la Utopía de Tomás Moro. Para Murra, esto no es tal, ya que, como se afirmó anteriormente, la base del Imperio Inca fue la etnia campesina -la cual tenía la responsabilidad del bienestar de los desvalidos- lo que hace al Imperio incaico muy parecido a los reinos precapitalistas[25].
La importancia que atribuye Murra al campesinado es tal que “mientras fueran trabajadas las tierras del Sol y del estado, o sea mientras este campesinado autosuficiente se mantuviera ligado al estado por una red de obligaciones religiosas y seculares, el estado no tenía inconveniente en que las etnias (conquistadas) persistieran en sus costumbres”[26].

La división del ganado

La división del ganado en el Imperio Inca se realizaba por su color[27]. Si un cordero nacía de diferente color, luego que se había criado lo incluían con los de su color, “de esta manera con mucha facilidad daban cuenta y razón de aquél su ganado, por sus nudos, porque los hilos eran de los mismos colores del ganado”[28].
En cuanto a tenencia se sigue la misma estructura que la división de tierras. Sin embargo, la proporción varía, la parte correspondiente al indio es pequeña en comparación con las correspondientes al clero y al Estado[29].
Para contribuir al mínimo de existencia del indio, cada jefe de familia recibía una pareja de llamas para su crianza, las cuales no podían ser enajenadas ni divididas entre sus herederos. Sin embargo, en algunas épocas, los animales eran sacrificados y consumidos. En algunos lugares, donde la cantidad de ganado era abundante los habitantes podían preparar e intercambiar carne seca.
Aparentemente, el ganado pertenecía a las comunidades aldeanas, sin embargo hay vagas nociones de autores que afirman la existencia de rebaños particulares o de linajes. Lo más seguro es que aquellos rebaños particulares se encuentren por dádivas del rey[30]. Estos rebaños no podían ser cedidos ni divididos, pero eran heredados por el linaje del beneficiario[31].
En relación a los rebaños del Inca, la administración establecía ganado propiedad del Estado en
cada provincia, incluyendo zonas donde nunca los había habido. Los rebaños del Estado pastaban en diferentes campos, separados de los eclesiásticos.
En cuanto a la función de estos animales. Las llamas estatales llevaban los tributos desde las provincias a la capital y cumplían funciones de transporte. También se utilizaban para ayudar a los desvalidos, pobres, viudas y enfermos. Las lanas se acumulaban en depósitos y se distribuía entre los campesinos para que estos las hilaran y tejieran para su uso personal y para el Estado.[32]
La función de los rebaños eclesiásticos era la de ser sacrificados en ceremonias, auspiciadas por el rey. Y también para alimentar a los sacerdotes y sus criados.
También existían pastores de los rebaños de la Iglesia y del Estado que eran especialistas y tenían dedicación exclusiva. Esto conllevaba un considerable cambio de posición social –como cualquier especialización en el Tahuantinsuyu- y se convertían en yana o criados reales.

El reparto del agua

El agua también era un bien escaso y en los lugares en los que era insuficiente se racionaba, al igual que con tierras y ganados, “porque entre los indios no hubiese rencillas sobre el tomarlas”[33]. El procedimiento era el siguiente: medían el agua y por experiencia sabían cuanto tiempo se necesitaba para regar un tupu de tierra, de acuerdo con este cálculo daban a cada indio las horas necesarias para regar sus tierras holgadamente. El uso del agua se iba sucediendo de tupu en tupu. “No era preferido el más rico ni el más noble, ni el privado o pariente del curaca, ni el mismo curaca, ni el ministro o gobernador del Rey”[34].
En caso de que un indio se descuidara y no regara sus tierras en el tiempo correspondiente era castigado severamente, golpeándolo en público la espalda con piedras o en los brazos y piernas con varillas de mimbre.

Las cosas que eran regaladas por estima

Se ha dicho que el Inca podía regalar ganado en agradecimiento a los servicios prestados. Ahora bien, los vasallos también podían obsequiar objetos al rey. Generalmente, consistían en oro, plata y piedras preciosas. Es necesario recordar, que debido al régimen de las incas, estos objetos no tenían ninguna estima salvo “su hermosura y resplandor”[35], ya que no los necesitaban para comer, ni para socorrer ninguna necesidad que se presentase. Estos objetos no eran tributo obligatorio, ni eran pedidos por los reyes, sin embargo, aquellos indios “no supieron jamás visitar al superior sin llevar algún presente, y cuando no tenían otra cosa, llevaban una cestita de fruta verde o seca”[36]. Iturralde dirá que “en el súbdito imperaba una supersticiosa observancia de las normas y jerarquías, una espontánea y profunda gratitud hacia los gobernantes”[37]. Existían muchas fiestas o ceremonias en las cuales eran propicio obsequiar algo a los gobernantes: la fiesta en honor a Raymi, en los triunfos o grandes victorias, al poner un nombre al príncipe heredero, etc.
Garcilaso dirá que los habitantes del Imperio sacaban piedras preciosas y oro y plata cuando estaban ociosos, para presentar al Inca y al Sol y estos los empleaban para adornar sus casas y templos[38].
También se presentaban al Inca y al Sol maderas preciadas, oficios o animales exóticos fieros o no fieros -como monos, gatos, papagayos u otras aves, culebras, lagartos, sapos, etc.- para demostrarle que era señor de todas estas cosas y el amor con que le servían.

Indicios de propiedad privada en el imperio inca
Además de las categorías de tenencia de tierra que se han explicado, algunos autores mencionan también, un sistema de posesión que puede clasificarse como de propiedad individual. Existen escritores que han omitido tal distinción como Garcilaso o Blas Valera, sin embargo, otros lo relatan detalladamente como Murra. Baudin, también hace referencia, afirmando que “la tendencia a la individualización fue detenida por la aplicación del sistema socialista incaico, y la cuasi-propiedad constituida por donaciones permaneció como una excepción”[39]. Para este mismo autor, los bienes que podían constituir propiedad privada eran sobre todo elementos domésticos como casas, árboles frutales, muebles, animales domésticos, etc.
Aún así, estos bienes no constituían un privilegio para toda la comunidad, “el sistema peruano (…) reservaba el derecho de propiedad a la élite”[40].
Hay que distinguir entre cuatro tipos –aparte de los ya mencionados- de dominio de la tierra:
1.- Privilegios sobre las tierras de los curacas o señores étnicos tradicionales.
2.- Dadivas otorgadas por el rey en agradecimiento por servicios prestados.
3.- Dominios de cada monarca y sus linajes, vivos o muertos.
4.- Establecimientos de colonización asentados por motivos de Estado.
En relación al primer tipo de dominio, este era considerado como parte fundamental de los recursos de la comunidad. Esta tenencia se da debido a las continuas guerras por tierras, aguas y pastos, quienes comandaban tales empresas – el sinchi y luego el curaca- adquirían algún tipo de privilegio sobre las tierras conquistadas[41]. Estos conservaban el privilegio en la medida en que pertenecían a un ayllu y compartían con sus parientes conforme al principio de reciprocidad.
El segundo tipo es aceptado por varios autores ya que constituye la principal fuente de propiedad privada y contenía también fines políticos. Estos donativos consistían en mujeres, tierras, llamas, vestidos, objetos preciosos, etc. Producto de la expansión del Imperio Inca surgieron los “incas de privilegio”, quienes eran hombres leales al rey que fueron ascendidos y que estaban familiarizados con los procedimientos reales. El Estado como paga o recompensa les brindó este tipo de bien por sus servicios[42]. Estas tierras recibidas por donación son inalienables y trasmisibles por herencia pero no pueden ser divididas por sus herederos. Uno de estos era el “representante del difunto” el cual estaba encargado de administrar dichos bienes. Los herederos adquieren la tierra colectivamente y sólo se reparten sus frutos. Sin embargo, si uno de los herederos no está presente en el momento de la siembra no tiene derecho a ningún fruto, para no violar el principio que dice que nadie puede aprovechar de un fruto que no ha contribuido a producir.
Sobre lo que no hay certezas es de donde provenían las tierras donadas, si de los dominios estatales o de los grupos locales. Si el territorio era recién conquistado, lo más probable es que fueran provenientes de los campos recientemente incorporados.
Estas asignaciones por gracia tampoco impedían al beneficiario reclamar su normal cuota de tierras como todos los habitantes del Imperio.
Aunque estas tierras privadas eran otorgadas a una persona, en la práctica eran cultivadas y controladas por el ayllu, debido al principio de reciprocidad basado en el linaje, los parientes del beneficiario trabajaban las tierras cosechaban los frutos para después compartirlos. Ellos “adquirían de modo permanente derechos de control; un miembro ausente del linaje no compartía la cosecha del año, pero tan pronto cuando regresaba recuperaba sus derechos, participaba en el barbecho y los beneficios”[43].
El tercer tipo de tenencia individual tiene mucha relación con las creencias incas en cuanto a la muerte. Para la cultura Inca todo aquello que tuviera relación con los difuntos conllevaba un mal presagio para el nuevo reinado. Así, cuando un rey moría sus territorios continuaban siendo cultivados por sus sirvientes para “alimentar” a la momia y a estos, cuando no habían sido distribuidos en vida entre su ayllu[44].
Del primer rey Manco Capac, se dice que tomó tierras para si en torno al Cuzco. A su vez, el rey Viracocha dio a su nuera (novia de Pachacuti) como regalo de bodas algunos pueblos pequeños de su patrimonio. Los hermanos uterinos del rey también podrían haber recibido dádivas especiales pero no hay confirmación de eso[45].
Es posible que, producto de la costumbre de conservar los territorios de los reyes difuntos, se haya producido una escasez de tierras en torno al Cuzco en el segundo cuarto del siglo XVI, ya que no sólo los reyes conservaban sus terrenos sino también ciertos linajes e individuos meritorios.
En síntesis, el sistema de propiedad y distribución de bienes incaico sorprende por su orden y sincronización, adelantándose a todos los -llamados modernos- modelos organizativos, considerando también lo innecesario que se vuelve encasillarlo en alguno de estos, debido a el riesgo de simplificarlo o, en su defecto, distorsionarlo en exceso.

Bibliografía

- Ossio, Juan M., Los indios del Perú. Madrid, Ed. Mapfre, 1992.
- Baudin, Louis, El imperio socialista de los incas. Santiago, Ed. Zig- Zag, 1943.
- Valcárcel, Luis E., El Estado imperial de los incas. Revista del Museo Nacional, Tomo XX. Lima, Perú, 1961.
- De la Vega, Garcilaso, Comentarios Reales, Tomo V. Caracas, Ed. Biblioteca Ayacucho, segunda edición, 1985.
- Murra, John V., La organización económica del Estado Inca. México D. F., Ed. Siglo Veintiuno, segunda edición, 1980.
- Prescott, Guillermo H., Historia de la conquista del Perú, Vol. 1. Buenos Aires, Eds. Suma, 1944.
- Iturralde, Fernando, Los descendientes del Imperio Incaico. Nápoles, Tip. R. Pironti e Figli, 1951.


[1] Ossio, Juan M., Los indios del Perú. p. 134
[2] Baudin, Louis, El imperio socialista de los incas. pp. 154-155.
[3] Valcárcel, Luis E., El Estado imperial de los incas, pp. 15-16.
[4] Por trabajo necesario se entiende aquel que realiza todo trabajador para atender a su propia subsistencia y a la de su familia en el tiempo estrictamente necesario para ese objeto. Se diferencia del trabajo suplementario, que es aquel que realiza el trabajador el resto de la jornada, no para sí, sino para fines sociales. (Ibíd.)
[5] Baudin, Louis, Op. Cit., p. 162.
[6] De la Vega, Garcilaso, Comentarios Reales, p. 216.
[7] Ibíd. p. 216.
[8] Murra, John V., La organización económica del Estado Inca, p. 68.
[9] Ibíd. p. 68.
[10] Ibíd. p. 77.
[11] Prescott, Guillermo H., Historia de la conquista del Perú, p. 56
[12] Murra, John V., Op. Cit., p. 62.
[13] También se utiliza como verbo y significa medir, como medida de agua o de vino o de cualquier otro licor y para designar a los alfileres grandes con que las mujeres prenden sus ropas cuando se visten. De la Vega, Garcilaso, Op. Cit., p. 219.
[14] Baudin, Louis, Op. Cit., p. 163.
[15]Prescott, Guillermo H., Op. Cit., p. 51.
[16] Se repartían, también, otras que no alcanzaban riego, en las que se sembraba de sequero otras semillas y legumbres que son de mucha importancia, como es la papa y oca y añus, estas tierras tse repartían en la misma proporción que las anteriores. Como eran estériles por falta de riego no las sembraba más de un año o dos y luego repartían otras para que descansasen las primeras. De la Vega, Garcilaso, Op. Cit., p. 216.
[17] Prescott, Guillermo H., Op. Cit., Ed. Inglesa, 1847, p. 39. Citado por Baudin, Louis, Op. Cit., p. 166.
[18] Algunos autores difieren y afirman que existían depósitos –sapsi- para alimentar a las viudas y huérfanos, “que en todas las provincias hayan uno o más depósitos y alhóndigas donde se guarde todo el bastimento necesario (…) para tiempo de hambre de esterilidad de guerras para dar a cojos tullidos viudas y huérfanos y que de esto no pueda aprovecharse el rey ni los señores” Jesuita Anónimo, citado por Murra, John V., Op. Cit., p. 194.
[19] Ibíd. p. 181.
[20] Ibíd. p. 77.
[21] Existen fuentes que mencionan la apropiación de tierras de los rebeldes en el gobierno de Huayna Capac. Sin embargo, los autores divergen en el destino de tales tierras. Una posición sostiene que los territorios confiscados iban a manos del rey, la otra, que eran repartidos a otros habitantes de la comunidad. (Ibíd.)
[22] Murra, John V., Op. Cit., p. 190.
[23] De la Vega, Garcilaso, Op. Cit., p. 242.
[24] Ibíd. Tomo I, cap. xxvi. Citado por Murra, John M., Op. Cit., p.176.
[25] Murra, John V., Op. Cit., pp. 191-193.
[26] Ibíd., p. 193.
[27] Cada color tenía un nombre, por ejemplo, a los de dos colores, muy pintados, se les llamaba murumuru. De la Vega, Garcilaso, Op. Cit., p. 232.
[28] Ibíd., p. 232.
[29] Baudin, Louis, Op. Cit., p.168.
[30] Este podía retribuir servicios prestados o favores especiales cuando accedía al poder. Los beneficiarios eran por lo general los curacas, los militares o los administradores cuzqueños. Por ejemplo, Huayna Capac cuando tuvo que afrontar un grupo de sangre real rebelde, a la llegada de Pizarro, les hizo dádivas de llamas para apaciguarlos.
[31] Murra, John V., Op. Cit., pp. 92-93.
[32] Ibíd., pp. 96-99.
[33] De la Vega, Garcilaso, Op. Cit., p. 221.
[34] Ibíd., p. 222.
[35] Ibíd., p. 226.
[36] Ibíd., p. 226.
[37] Iturralde, Fernando, Los descendientes del Imperio Incaico, p. 146.
[38] De la Vega, Garcilaso, Op. Cit., p. 227.
[39] Baudin, Louis, Op. Cit., p. 180.
[40] Ibíd., p. 179.
[41] Los incas pretendieron terminar con tales guerras, limitando todo el territorio, para así evitar peleas y contiendas que pudieran fraccionar a las distintas comunidades. Murra, John V., Op.Cit., p. 73.
[42] En relación a este tipo de tenencia se refiere Polo: “esta propiedad no la podía tener sino fuese por merced del ynga la qual haçía algunas vezes por servicios que le haçían o por yndustria que alguno como hallaua como para echar alguna agua o hacer alguna puente o camyno o por que siendo hijo de algún cacique se había criado en su casa de pequeño o por otras rraçones”. Citado por Murra, John V., Op. Cit., p. 75.
[43] Murra, John V., Op. Cit., p. 76.
[44] Al respecto señala Polo: “la gente de su seruiçio que daua para el cuerpo para el qual e para el seruiçio se le haçían hácaras e tenyan gran gasto (…) y esta gente nunca bolbía a su tierra sino siempre estauan allí acompañando al cuerpo”. Citado por Murra, John V., Op. Cit., p. 80.
[45] Según la tradición oral, el príncipe Amaru Tupa -postulante al trono del rey Tupa- quien tenía territorios, durante una gran hambruna, dio de comer al pueblo de sus campos, ya que, milagrosamente, sólo en estos llovía.

(Cooperación de Isabel Cabeza)


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(Cooperación de "El Indígena")

Encrucijada Dogmática (Caligrama)


martes, 8 de julio de 2008

Poeta Maldito Shilensi's

Rodrigo Lira nació en Santiago el 26 de diciembre de 1949. Cursó sus estudios básicos y medios en el colegio Verbo Divino y en la Escuela Militar. En 1966 ingresó a la Universidad Católica de Chile donde estudia sicología y artes de la comunicación. En 1975 comenzó a frecuentar el campus Macul de la Universidad de Chile donde se matriculó en bellas artes y lingüística....
Antes, durante el gobierno de Allende había trabajado en la Editora Nacional Quimantú creando cuentos infantiles, historietas y títeres.Produjo la mayoría de sus textos entre 1977 y 1981. En 1979, período que coincide con su mayor actividad poética, obtuvo el primer lugar del concurso poético organizado por la revista La Bicicleta, por su poema "Cuatro tres cientos sesenta y cincos y un 366 de onces".Murió el 26 de diciembre de 1981, dejándose desangrar en su bañera, el mismo día de su nacimiento, a la edad de treinta y dos años.Todos estos antecedentes ayudaron a forjar la imagen de un poeta extravagante que se ganó un lugar entre las figuras míticas de las letras chilenas.La poesía de Rodrigo Lira está en la línea de otros poetas chilenos que le precedieron, como Nicanor parra y Enrique Lihn Abunda en sus textos es el uso de la ironía, la experimentación con el lenguaje, la intertextualidad, la crítica, y un humor particularmente negro, del que todos son víctimas, incluso él.Su único libro, Proyecto de Obras completas'", que reúne una treintena de textos, fue publicado póstumamente en 1984, con prólogo de Enrique Lihn, y reeditado en 2003 por la Editorial Universitaria.En el año 2000 apareció Topología (en video) del pobre topo, de Hernán Dinamarca, filmación en donde se presenta la biografía del autor y algunas imágenes documentales.De manera correlativa al desprecio que el establecimiento literario cultivó por su trabajo, las generaciones jóvenes han ido haciendo de Lira un poeta de culto.

lunes, 7 de julio de 2008

Nuestro futuro está en el presente



Nuestro futuro está en el presente

Todo parece algebraicamente tan bien
Calculado
Por los arquitectos de la miseria
Para que los obreros y el pueblo explotado
Sirvan de pilar, de base primordial
En una estructura social que los ignora

Ya no sirven los idealistas teóricos
Ya no sirven los poetas sin una pluma
En su mano derecha y un fusil en la izquierda
Ya no sirven los discursos con voces
Que recuerdan a Allende o a Recabarren,
Porque el futuro esperanzador
No está olvidado en los libros de historia
Está en las manos de los que quieren
Construir
Su propia historia ahora y para siempre…
En las manos pobres del obrero
En el sudor del campesino y del minero
En los sueños y en la fuerza del joven
Estudiante
En las lágrimas de la mujer que ve
Como el crecimiento económico hunde a su
Familia en la pobreza y deja a sus hijos sin
Estudios
En los corazones de los que vemos
Como se nos va la vida
Tratando de sobrevivir inútilmente…

¡¡¡A CONSTRUIR EL NUEVO DESTINO

A CONSTRUIR NUESTRO PROPIO DESTINO
EL QUE TODOS QUEREMOS

A SOÑAR MÁS ALLÁ
DE LAS MENTIRAS QUE CONSTRUYEN LOS PODEROSOS
CON LA AYUDA DE SUS SECUACES

A CREER QUE EL PRESENTE NO PASARÁ
EN VANO
SI NOSOTROS FORJAMOS SU CAMINO!!!

Levántate del letargo
Salgamos de la catalepsia
Que nos hizo creer muertos…
Organízate, pero primero mentalmente,
Comienza a creer que en el presente
Está el futuro que antes veías lejano, que
Solo así
Cada uno de nosotros y todos colectivamente
Estaremos infinitamente armados
Para combatir a los
Hasta ayer poderosos que nos han
Puesto los grillos y las cadenas
Por largos y dolorosos siglos…

Anónimo
(Poema encontrado en el suelo de una marcha)